¿Quién dijo arte latinoamericano contemporáneo?

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Una de las tareas más difíciles que existen en el mundo es elegir qué visitar en la maravillosa ciudad de Buenos Aires. Las opciones son tan amplias y atractivas que se puede llegar a sentir angustia a la hora de escoger, de recopilar recomendaciones, de haber hecho esto y no lo otro.

Una elección siempre acertada es el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, más conocido como Malba. La colección permanente ya de por sí es atractiva: presenta propuestas contemporáneas de artistas latinoamericanos, casi siempre con base más bien internacional, pero de vuelo latino. Con ello, se puede apreciar perfectamente cómo los estilos que nacieron en Europa o Estados Unidos viajaron al sur y se relavaron con aires latinos con un par de décadas de distancia, y en el Malba se ven todos estos neos (Neodadá, Neoconcretos, Neoconceptualismo): una vuelta de tuerca a lo ya sucedido.

La gente pasa de largo en el insulso Minimal, se interesa por las numerosas acuarelas de Alejandro Xul Solar y se arremolina alrededor de las obras del grupo argentino Mondongo (activo desde 1999), que compone sus obras con materiales poco convencionales, como caramelos o embutidos y, últimamente, plastilina, creando piezas verdaderamente asombrosas. Asimismo, el museo presume con la cabeza bien alta (y una sala extremadamente documentada) de su adquisición más reciente: Mercado colla o Mercado del altiplano, un mural americanista en tonos pastel del artista nacional Antonio Berni.

Si bien la colección permanente es interesante, dos de las exposiciones temporales que hay actualmente son imperdibles. Por un lado, se puede decir que Encuentros/Tensiones amplía la muestra fija, con arte latinoamericano contemporáneo muy bien explicadito, a partir de la propuesta de que el arte local y el universal se unen y (pro)crean, con una fricción, pero de un modo bellísimo.

Por otro lado, hay dos espacios reservados a artistas femeninas. Uno es soso y totalmente prescindible: las esculturas de Elba Bairon, que ni fu ni fa. En cambio, el otro es espectacular: en El hombre con el hacha y otras situaciones breves, una instalación in situ de la artista contemporánea argentina Liliana Porter, a uno le invade una sensación de angustia (pero una angustia muy hermosa) y le hace reflexionar sobre la teoría del caos, a través del particular elenco de personajes que forman parte de la constante de la artista. La obra que le da nombre a la exposición es brutal: un señor diminuto, hacha en mano, de un solo golpe provoca tal efecto que empieza atacando algo chiquito y se crea un efecto dominó por el cual acaba destrozando un piano de tamaño humano —y qué tan inmensas pueden llegar a ser hasta nuestras acciones más ínfimas—.

El museo cuenta con una disposición maravillosa: el espacio está muy bien aprovechado (pero sin llegar a agobiar al visitante), el arte fluye hasta por los bancos en los que se puede descansar y las salas son increíblemente explicativas. Pero tenga cuidado con las fechas: por ejemplo, la exposición de Porter, según la cartelería terminó hace una semana, según uno de los trabajadores acabará en marzo y según la página web estará abierta hasta febrero. Sea como sea, la colección es digna de ver y, aunque se llegue después de la semana pasada, febrero, marzo o siempre, seguro que la visita será altamente satisfactoria.

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«Quienes dicen que el arte no debe propagar doctrinas suelen referirse a doctrinas contrarias a las suyas.»
Jorge Luis Borges (1899-1986), escritor argentino.

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