10 estatuas de mujeres en Europa

De todas las estatuas que hay en los espacios públicos de todo el mundo, muy pocas tienen nombres y apellidos de mujer. Por eso, queremos homenajear a algunas de las figuras femeninas más célebres e influyentes de la historia a quienes se les haya dedicado un monumento en alguna ciudad europea.

El 8 de mayo de 1429 el ejército francés liberó Orleans de manos de los ingleses, en uno de los episodios más importantes de la guerra de los Cien Años. La persona que estaba al mando del ejército no era otra que Juana de Arco (1412-1431), uno de los personajes más célebres de la historia. En honor a este acontecimiento, Francia celebra el segundo domingo del mes de mayo la fiesta nacional de Juana de Arco, a quien los ingleses acabaron quemando en la hoguera por delito de herejía con tan solo diecinueve años. La estatua de Juana de Arco, que brilla de bronce y oro en la place des Pyramides, París, es uno de los tantos monumentos en el país galo a la santa (sí, la canonizaron en 1920), además de una de las poquísimas estatuas ecuestres con una mujer a las riendas de un caballo.

Estatua ecuestre de Juana de Arco en París.
Estatua ecuestre de Juana de Arco en París.
Fotografía de Dennis Jarvis

Alguien que también murió demasiado pronto por revelarse contra las injustas leyes establecidas fue la granadina Mariana de Pineda (1804-1831), condenada a pena de muerte por tener contacto con los liberales. La prueba que utilizaron para condenarla fue una bandera antimonárquica que supuestamente estaba tejiendo y que lo más probable es que fuera colocada en su casa por la policía. Después de su muerte, por garrote vil, se convirtió en una mártir y en un símbolo de la libertad. Se le han dedicado varios homenajes, como una estatua en su honor en la plaza que lleva su nombre en Granada, una obra de teatro escrita por el propio Lorca o la colocación de sus restos mortales en 1856 en la cripta de la preciosa catedral de su ciudad natal.

Mariana de Pineda en Granada
Mariana de Pineda en Granada.
Fotografía de Alba Iglesias Zamorano.

Desgraciadamente, la que murió más joven fue la celebérrima Ana Frank (1929-1945), que falleció con tan solo quince años. Su único pecado fue nacer en la Alemania nazi siendo judía. Durante la Segunda Guerra Mundial, se ocultó con su familia durante dos años y medio en la parte de atrás de un edificio en Ámsterdam, donde hoy en día se encuentra su casa-museo y frente a la que hay una estatua dedicada a la adolescente. Durante el tiempo que estuvo encerrada, escribió su famoso y escalofriante diario, donde narra lo que hacían entre las cuatro paredes hasta que delataron a todos los miembros de la familia y los llevaron a campos de concentración. A Ana primero la arrastraron a Auschwitz y luego a Bergen-Belsen, donde murió de tifus tan solo unos días antes de que liberaran a los judíos. Su padre fue el único superviviente y se encargó de publicar los textos en un libro titulado La casa de atrás, que luego se llamaría El diario de Ana Frank.

Estatua de Ana Frank frente a su refugio en Ámsterdam
Estatua de Ana Frank frente a su refugio en Ámsterdam.
Fotografía de btristan.

Otra víctima del Holocausto fue la filósofa y religiosa Edith Stein (1841-1942), quien estudió germanística, historia y filosofía en distintas universidades alemanas y fue discípula del filósofo Edmund Husserl. Aunque de origen judío, Stein pronto dudó de la religión de su familia y la lectura de varios textos, en especial de Vida, de Santa Teresa de Ávila, la llevaron por el camino del catolicismo, hasta tomar los hábitos en 1934, adoptando el nombre de Santa Teresa Benedicta de la Cruz. A lo largo de su vida, escribió varios textos de suma importancia, como El ser finito y el ser eterno, obra realizada en 1933 y publicada póstumamente en 1950 que pone en relación el cristianismo y la fenomenología de Husserl, o Formación y vocación de la mujer, sobre pedagogía y la lucha por los derechos de las mujeres. Se exilió en Holanda, pero la policía nazi la detuvo en el país ocupado para conducirla a su triste final: una cámara de gas en Auschwitz. Su monumento, en Colonia, la representa por partida doble, en su vertiente judía y cristiana. La iglesia católica reconoció su santidad, puesto que Juan Pablo II la canonizó en 1998 y en 1999 la nombró copatrona de Europa.

Monumento dedicado a Edith Stein en Colonia
Monumento dedicado a Edith Stein en Colonia.
Fotografía de Steve Moses.

Más de 2000 años atrás, otra mujer pasó a los anales de la literatura, aunque no se tiene demasiada información sobre ella. Safo de Lesbos (630/612-580 a.C.) nació en la famosa isla, que actualmente forma parte de Grecia, y perteneció a una familia acomodada. Además de dedicarse al arte y la literatura, también se hizo cargo del negocio familiar y fue activista política, posicionándose fuertemente en contra de la tiranía. Su gran implicación la obligó a exiliarse en Sicilia, pero regresó a Lesbos unos años después y dirigió allí una academia de las artes. Escribía sobre temáticas muy liberales, como la bisexualidad, y su influencia literaria fue tal que existe un tipo de estrofa denominada sáfica, fue fruto de admiración para personajes de la talla de Baudelaire o Woolf y se le han dedicado varios monumentos, como el que se encuentra en la ciudad de Mitilene, en Lesbos, representada con una lira en la mano.

Safo con una lira, en Lesbos
Safo con una lira, en Lesbos.
Fotografía de Aegean Midilli.

La británica Emmeline Pankhurst (1858-1928) también luchó contra la tiranía, pero de otra índole: lideró el movimiento sufragista, a partir del cual pretendían conseguir el voto para las mujeres en el Reino Unido. Los miembros del grupo recurrieron a técnicas de protesta que fueron desde manifestaciones hasta huelgas de hambre o el ataque a policías, por lo que entraron en prisión varias veces. Hasta el momento, los únicos que podían votar eran los varones de más de 21 años; pero en 1918 las sufragistas consiguieron que las mujeres mayores de 30 años pudieran ejercer su derecho y en 1928, sólo unas semanas después de la muerte de Pankhurst, igualaron las edades. Su lucha tuvo tanto peso que tan solo dos años después de su muerte les dedicaron una estatua en el Jardín de la Torre Victoria de Londres a Emmeline y a su hija Christabel, también sufragista, y en 1999 la revista Time la incluyó en su lista con las cien personas más influyentes del siglo XX.

Monumento a Emmeline y Christabel Pankhurst
Monumento a Emmeline y Christabel Pankhurst en Londres.
Fotografía de Jim Linwood.

Quien también lo tuvo difícil para que la consideraran como una igual fue la polaca Maria Sklodowska-Curie, más conocida como Marie Curie (1867-1934). Ella y su marido Pierre trabajaron durante toda su vida en el campo de la radiología, por lo que recibieron el Premio Nobel de Física en 1903 y, después de que Pierre falleciera en un accidente de tráfico, se alzó con Premio Nobel de Química en 1911, convirtiéndose en la primera persona en conseguir los galardones suecos en dos categorías distintas. Sin embargo, no lo tuvo nada fácil: hubo muchas reticencias para que recibiera el primer premio por no haberlo conseguido antes ninguna mujer, consideraban más importante el trabajo de su marido y durante toda su vida aprovecharon cualquier excusa para cerrarle las puertas (por ejemplo, el romance que tuvo ya viuda con un hombre cinco años más joven provocó un escándalo que repercutió en su carrera). Sin embargo, su innegable talento la llevó a conseguir grandes logros, como ser la primera mujer entre el profesorado de La Sorbona, dirigir el Servicio de Radiología de la Cruz Roja o fundar en Instituto del Radio, ahora llamado Instituto de Oncología Maria Sklodowska-Curie. Hay varios homenajes a ella en Varsovia, como una estatua de la científica sosteniendo el símbolo del polonio, elemento que descubrió junto a su marido.

Estatua de Marie Curie en Varsovia
Estatua de Marie Curie en Varsovia.
Fotografía de Alberto Cabello.

Romper los moldes y las leyes formó parte de la vida de muchas mujeres. Para que reinara María Teresa I de Austria (1717-1780), hija del emperador Carlos VI, no sólo estalló la Guerra de Sucesión Austriaca, un conflicto que duró nueve años, sino que se tuvo que abolir la Ley Sálica, que le impedía gobernar por el mero hecho de ser del sexo femenino. La monarca fue la primera y única mujer al cargo de la casa de Habsburgo y su reinado, que duró nada más y nada menos que cuarenta años, le dio para mucho y llevó a cabo medidas bastante benevolentes, como la abolición de la servidumbre o la mejora del sistema educativo. Tuvo dieciséis hijos con su marido, Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico, entre los que destaca María Antonieta, la última reina de Francia, a quien cortaron la cabeza en la guillotina. La imponente estatua de María Teresa I de Austria, con diecinueve metros de altura y cuarenta y cuatro toneladas de peso, se alza en la plaza de María Teresa, en Viena, y está rodeada de generales a caballo.

Monumento a María Teresa I de Austria en Viena
Monumento a María Teresa I de Austria en Viena.
Fotografía de Costel Slincu.

Una de las personas más influyentes en materia de educación fue Maria Montessori (1870-1952), quien marcó huella en el sistema educativo actual. La italiana fundó a principios del siglo XX el método didáctico que lleva su nombre y que es tan aclamado hoy en día. Este sistema consiste en darles libertad a los alumnos para que aprendan de una forma más autónoma y desarrollen su talento propio gracias al estímulo del maestro. Antiguamente había una estatua de Montessori en Berlín, pero en 1933 los nazis cerraron todas las escuelas alemanas que seguían su método educativo y quemaron la estatua en un incendio alimentado con sus propios libros. Eso sí, en su lugar de nacimiento, Chiaravalle, hay una casa-museo y un llamativo monumento de acero y bronce que representa a Maria Montessori con un niño.

El niño en el centro del mundo: monumento a Maria Montessori. Fotografía de Mario Sorbi.
El niño en el centro del mundo: monumento a Maria Montessori.
Fotografía de Mario Sorbi.

A principios del siglo XX se escribió la primera biografía de la reina pirata de Irlanda, Grace O’Malley (1530-1603), cuyo nombre irlandés era Gráinne Ní Mháille y que fue la lideresa de clan O’Mháille. Su familia pertenecía a la nobleza, por lo que recibió una buena educación, pero eso no le impidió tener mala fama debido a sus dos matrimonios y a los distintos romances que no se molestó en ocultar. A causa de las tensiones con Inglaterra y los continuos intentos de invasión del país vecino, O’Malley se convirtió en pirata y lideró un movimiento por la defensa de las aguas irlandesas. Su estatua, con la cabeza bien alta, está en un parque de Westport, Irlanda; y hay incluso una canción tradicional irlandesa dedicada a O’Malley, que se llama Óró sé do bheatha abhaile y se considera un símbolo de la rebeldía.

La reina pirata Grace O'Malley
La reina pirata Grace O’Malley en Westport.
Fotografía de Stair na hÉireann.
[Artículo escrito por Patricia Martín Rivas
y publicado originalmente en Wimdu.]

Mapa literario de Madrid

Madrid ha servido como escenario de infinidad de obras literarias, en las que se dibuja la villa con el paso del tiempo. Hemos seleccionado seis libros escritos en los siglos XIX, XX y XXI que se desarrollan en Madrid y hemos creado rutas literarias por toda la ciudad.

Es posible navegar por el mapa interactivo con el ratón para acercarse y alejarse y, además, al pinchar en el icono de arriba a la izquierda, se pueden seleccionar o quitar las casillas con las rutas propuestas, para poder ver así el número deseado de ellas. Asimismo, al pinchar en cada letra aparece una cita de la obra en cuestión en la que se mencionan los sitios marcados y una fotografía del aspecto actual del lugar. Si quieres ver el mapa más grande, pincha en el icono en la esquina superior derecha. Hay más información de cada obra más abajo.

Disfrútalo: viajar y leer nunca han estado más unidos.

En las citas del mapa se puede observar cómo la capital española ha sido durante siglos escenario de diferentes momentos históricos y cambios sociales, los cuales han querido plasmar sobre el papel escritores procedentes de todos los rincones del país. Resulta interesante analizar las diferentes costumbres de los personajes en ciertos puntos de la ciudad, como la prohibición de que las parejas se abracen en público descrita en La voz dormida, de Chacón, con la antigua estación de Delicias de fondo. Se aprecian también los negocios tradicionales y familiares de barrio, como la tienda de tubos en la calle de la Magdalena que describe Galdós en Fortunata y Jacinta o la de lavabos en la calle de Sagasta de la que habla Cela en La Colmena. Algunos lugares emblemáticos ya han desaparecido, como el Café de Fornos, famoso por sus tertulias literarias, al que acuden los personajes de El árbol de la ciencia (Baroja), hoy reconvertido en un Starbucks. A su vez, otros lugares fantásticos son hoy en día ciertamente símbolos de la ciudad, como la inventada “buñolería modernista” de Luces de bohemia (Valle-Inclán), que en realidad es la imprescindible y siempre concurrida chocolatería San Ginés. La ciudad y la literatura se casan en estas obras, creando momentos tensos, pasionales, divertidos o tristes. En todo caso, como le ocurre al abuelo de la protagonista de El corazón helado (Grandes), Madrid es una ciudad para querer y echar de menos.

Por último, ofrecemos un breve comentario de las obras que aparecen en el mapa.

Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós, 1887)

Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós, 1887)

Aunque naciera en Las Palmas de Gran Canaria en 1843, Galdós basó gran parte de sus novelas en Madrid, retratando la España de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX de una manera profunda y, hay que reconocerlo, algo espesa. Su obra se encuadra en el Realismo y se le considera uno de los mejores escritores españoles de todos los tiempos. La capital española tiene un peso tan magno en su obra, que existe la expresión Madrid galdosiano, equiparable al París de Balzac y al Londres de Dickens.

Fortunata y Jacinta está protagonizada, como su propio nombre indica, por personajes femeninos, algo muy común en la obra de Galdós, que colocó a muchas mujeres en el primer plano como personajes centrales de sus novelas, en obras como Tormento, Marianela y Misericordia. Fortunata y Jacinta se relacionan la una con la otra a través de Juan Santa Cruz, el hombre con quien ambas mantienen una relación amorosa. La obra crea un universo muy detallado, tanto que alrededor de los personajes principales hay más de un centenar de secundarios, en un Madrid marcado por acontecimientos históricos de gran relevancia sucedidos entre 1869 y 1876: los últimos coletazos de la Revolución de 1868, el Reinado de Amadeo I de España, la Primera República, los golpes militares de Pavia y Martínez Campos y la Restauración. En los años 80 se hizo una miniserie basada en este libro.

El árbol de la ciencia (Pío Baroja, 1911)

El árbol de la ciencia (Pío Baroja, 1911)Pío Baroja nació allá por 1872 en San Sebastián, en el seno de una familia acomodada y estrechamente relacionada con el periodismo. Cuando tenía tan solo siete años, su familia se trasladó a Madrid, donde empezó a conocer a fondo la capital española. Vivían concretamente en la calle Fuencarral y luego en la calle del Espíritu Santo, algo curioso si se tiene en cuenta que la ruta trazada en nuestro mapa basada en su obra pasa muy cerca de estas calles tan céntricas, lo que demuestra la relación del escritor de la Generación del 98 con Madrid.

En El árbol de la ciencia, Baroja narra la historia de Andrés Hurtado, en una novela narrativa y filosófica en la que se retrata fielmente el Madrid de finales del siglo XIX. El autor es pesimista con lo que ocurre en el país durante esa época, dibujando un retrato agrio, incómodo y áspero de la situación. Como el escritor donostiarra, Hurtado estudia en el instituto San Isidro, en el barrio de La Latina, y luego Medicina en la Universidad Complutense de Madrid. Los personajes de esta obra semiautobiográfica trasmiten las angustias de la época y el desasosiego de un modo magistral.

Luces de bohemia (Ramón María del Valle-Inclán, 1924)

Luces de bohemia (Ramón María del Valle-Inclán, 1924)Ramón María del Valle-Inclán nació en un municipio pontevedrés en 1866. Su obra se encuadra dentro del Modernismo y su mayor logro literario es la creación del estilo que él mismo denominó Esperpento, que consiste en buscar el lado cómico hasta en las circunstancias más trágicas. Después de estudiar Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela (sin llegar a terminar la carrera), pasó su primera estancia larga en Madrid, donde acude a varios cafés literarios con asiduidad, reuniéndose con escritores como Baroja. Pasó el resto de su vida cambiando de residencia entre Pontevedra, Madrid y México. En su segunda etapa en Madrid, después de ser funcionario con un sueldo fijo, decidió dejarlo todo para dedicarse a la literatura y a la interpretación, llevando así una vida bohemia.

Luces de bohemia nació siendo un ejercicio literario que salió por fascículos en un diario en 1920, pero se publicó con su forma definitiva en 1924. La obra de teatro (que se ha representado en infinidad de escenarios durante décadas y décadas) está protagonizada por Max Estrella, que recorre durante una noche las calles de Madrid, en concreto Sol y Huertas, junto con Don Latino de Hispalis, en un retrato ciertamente esperpéntico del Madrid más bohemio y, a la vez, representando situaciones extravagantes. Los personajes viven en la desesperanza de un país hundido durante la época de la Restauración.

La colmena (Camilo José Cela, 1951)

La colmena (Camilo José Cela, 1951)El Nobel de Literatura Camilo José Cela nació en La Coruña en 1916, en una familia adinerada. Cuando tenía nueve años, su familia se trasladó a Madrid, y más adelante Cela, como Baroja, estudió en el instituto San Isidro de Madrid y comenzó la carrera de Medicina. Pronto comenzó a interesarse en escribir literatura, mientras se dedicaba a otras labores para tener un sueldo fijo. Su estilo se enmarca en el Tremendismo y el Realismo Social.

La colmena también fue censurada por la España franquista, pero Cela consiguió editarla en Buenos Aires. Comenzó a escribir el libro en Madrid, ciudad que tomó como escenario (y en la que, por cierto, muriera en 2002). Las diferentes historias que se entremezclan entre sus páginas se desarrollan en infinidad de calles de Madrid, algunas de las cuales no se encuentran en este mapa, como Manuel Silvela, Ventura de la Vega o Luchana, con la ficción centrada entre el sur del castizo barrio de Chamberí y la calle Atocha. Con una narrativa ágil y minuciosa, esta obra maestra basa las relaciones entre un entramado de unos trescientos personajes (en su mayoría, de clase media baja), que se mueven por espacios múltiples, en los que las calles de Madrid sirven como lugares de paso, con un telón de fondo de una ciudad tremendamente afectada por la posguerra. El magnífico Mario Camus realizó la versión cinematográfica en 1982.

La voz dormida (Dulce Chacón, 2002)

La voz dormida (Dulce Chacón, 2002)

La novelista y poetisa pacense Dulce Chacón, nacida en 1954, comenzó a tener un reconocimiento sólido tan solo un año antes de su muerte prematura gracias a La voz dormida, a partir de la cual Benito Zambrano rodó una película homónima en 2011. Chacón vivió en Madrid desde los once años, puesto que su familia decidió trasladarse a la capital. Desde hace más de una década, el Ayuntamiento de Zafra, su ciudad natal, de donde es además hija predilecta, concede el Premio Dulce Chacón de Narrativa Española cada año.

Chacón pasó cuatro años documentándose y escribiendo La voz dormida, que narra las penurias en la cárcel de mujeres de Ventas, al este de Madrid, durante los duros años cuarenta, con una España hundida por la posguerra y la represión franquista. Otro espacio madrileño predilecto en la novela es la esquina de la calle Relatores y la calle Atocha, donde hay un pequeño hostal en la ficción. Los personajes, basados en personas reales con historias tan cruentas que la autora decidió suavizar, recorrerán las calles colindantes en búsqueda de libertad, de respuestas y de justicia. La voz dormida es una novela dura, con escenarios tristísimos como el Ministerio de la Gobernación (donde se realizaban torturas franquistas) o el cementerio de la Almudena, pero narrada de una forma soberbia, en la que la escritora recreó seis décadas después un Madrid teñido de horrores.

El corazón helado (Almudena Grandes, 2007)

El corazón helado (Almudena Grandes, 2007)Almudena Grandes (1960) es la única entre estos seis escritores nacida en Madrid. Grandes ha escrito novelas contemporáneas de gran éxito, como Las edades de Lulú Atlas de geografía humana. Su obra se centra principalmente en las épocas de la posguerra y la transición (la cual considera un fracaso) y ha sido galardonada con gran cantidad de premios. Ella mismo habla de la influencia en su obra de, entre otros, Benito Pérez Galdós.

Grandes leyó más de doscientos libros sobre la Guerra Civil Española, cuyo resultado fueron las más de novecientas páginas de El corazón helado. Los personajes principales (uno de familia falangista y la otra, republicana y exiliada en Francia) se enfrentan a los fantasmas del conflicto bélico décadas después de su fin, intentando encontrar respuestas y paz. El recorrido de esta obra es el más largo de todos los que hemos creado, puesto que en ella se narran hechos sucedidos en toda la ciudad de Madrid, no sólo la parte más céntrica. Aparecen lugares comunes con otras obras, como el cementerio de La Almudena, pero también se mencionan otros sitios, como los barrios de Salamanca o Tetuán. Esta obra es, por tanto, un relato minucioso de las cicatrices del pasado y la memoria que ha de mantenerse en el presente.

[Artículo escrito por Patricia Martín Rivas
y publicado originalmente en Wimdu.]